GRACIAS DE MARÍA EN LA AURORA DE SU REINO

Revista Dr. Plinio en español No.40 agosto 2021

La fiesta de Nuestra Señora Reina (que celebramos el 22 de agosto), tal vez, es la más oportuna de ser evocada en los días que vivimos, porque a medida que la realeza de la Santísima Virgen es contestada, nosotros la debemos proclamar.

Siendo Nuestra Señora la Madre de Dios, Él quiso honrarla concediéndole la realeza sobre todo el universo: los Ángeles, Santos, hombres vivos, almas del Purgatorio, condenados y réprobos del Infierno, y demonios; todos le obedecen. Hay, por lo tanto, una mediación de poder y no apenas de gracia, por la cual Dios ejecuta todas sus obras por medio de Nuestra Señora. Ella posee el cetro, de modo a ser no solo el canal por donde el imperio de Dios pasa, sino la Reina que decide, siempre en conformidad con la voluntad divina, solo que con una piedad de Madre que Él no podría tener, por no estar en su papel de Padre y Juez. Así, la realeza de Nuestra Señora sobre el universo es una obra-prima de lo que podríamos llamar la habilidad de Dios para tener misericordia de los hombres.

Recordando este principio de la universalidad de la realeza de Nuestra Señora, debemos preguntarnos si en nuestro interior Ella es Reina de hecho. Para eso, no basta saber si estamos en estado de gracia; es necesario ir más lejos y preguntarnos si tenemos el espíritu de la Revolución o de la Contra-Revolución. Si la Revolución es la negación del Reino de María, quien participa de su espíritu no puede decir que contiene en sí ese Reino, pues él solo existe en el alma de quien posee, positiva y completamente, el espíritu contrarrevolucionario.

Participa de la Revolución todo aquel en cuya mentalidad existen ideas y tendencias consentidas que conducen a conclusiones y actitudes revolucionarias. Debemos, pues, esforzarnos para que no exista en nosotros ningún defecto de Revolución, de manera que los más puros principios contrarrevolucionarios estén entronizados en nuestra alma y seamos verdaderos adeptos de la Contra-Revolución.

Por otro lado, no basta que Nuestra Señora sea Reina en cada uno de nosotros. Es necesario que hagamos lo posible para que Ella reine en el mundo entero. Para eso, conviene que nos preguntemos qué hacemos por la realeza de María en la Tierra. ¿Somos apóstoles contrarrevolucionarios? ¿O somos inseguros, medrosos, callados, condescendientes con las máximas del mundo?

Pidamos a la Madre de Misericordia que arranque de nuestras almas cualquier fermento de Revolución; que Ella nos hable en la profundidad de nuestros corazones, mostrándonos lo que debemos hacer para ser auténticamente contrarrevolucionarios.

Imploremos que luzca ante nosotros la alborada del Reino de María con la comunicación de gracias mariales que harán de sus hijos y esclavos, los verdaderos Apóstoles de los Últimos Tiempos1.2

1) Apóstoles profetizados por San Luis María Grignion de Montfort, especialmente devotos de la Santísima Virgen, que trabajarán para la instauración del Reino de María.

2) Cf. Conferencia 22/5/1968.