Los 80 Años De Monseñor João Scognamiglio Clá Dias
El 15 de agosto de 2019, Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, fundador de los Heraldos del Evangelio, cumple 80 años. Cuando se llega a esa edad, no se puede evitar lanzar una mirada examinadora hacia el pasado: ¿qué frutos tendrá una existencia tan larga?
Decía el profesor Plinio Corrêa de Oliveira, maestro e inspirador de Mons. João, que en la vida del hombre virtuoso hay que sumar las edades, y no restarlas.
Esto significa que, cuando uno pasa de una etapa a otra de la vida, debe conservar el tesoro que acumuló en la fase anterior. Así, cuando se deja la infancia y se entra en la adolescencia, uno tiene el deber de preservar en su alma el precioso tesoro de la inocencia y conservarlo hasta el final de la vida.
A la inocencia hay que añadir el arrojo y la generosidad de la juventud. Nada de lo que ha quedado atrás se pierde, sino que se suma.
En la longevidad del hombre pleno, que ha gastado su vida por un gran ideal, puede ser que el cuerpo se haya debilitado, pero el alma seguirá más fuerte que nunca, enriquecida por las virtudes y los dones adquiridos en cada etapa. Templada por el sufrimiento, siempre estará dispuesta a nuevas audacias, uniendo
la sabiduría del anciano con la fuerza del joven.
Desde esta perspectiva, la vida de Mons. João se entiende mejor, así como la obra que llevó a cabo al fundar los Heraldos del Evangelio y la familia de instituciones que de ahí surgieron: entre ellas, las más importantes son, sin duda alguna, el ramo sacerdotal denominado Sociedad de Vida Apostólica Virgo Flos Carmeli, y la Sociedad Femenina de Vida Apostólica Regina Virginum.
Monseñor João es un hombre completo y universal, sensible a la acción del Espíritu Santo, que centró su apostolado en los jóvenes, sin olvidar ninguna otra realidad social o eclesial.
Después de haber completado 80 años de vida, ¿cómo sintetizar, en pocas líneas, lo que hizo y, sobre todo, ¿quién es él?
«Sois carta de Cristo» (2Cor 3, 3), nos enseña San Pablo. Parafraseando al Doctor de los Gentiles, se puede decir que Monseñor João es una partitura de Dios, compuesta por el Espíritu Santo y enriquecida por la dulzura de la Virgen María, de la que es un gran devoto.
Hablar de partitura trae a la mente armonía, y la armonía es una buena puerta de entrada para comprender quién es y qué hizo él.
Músico consumado, fundó coros y orquestas y fue el inspirador de otros muchos en todo el mundo. Su talento no es menos brillante como director de almas, como lo demuestra su acción en uno de los momentos más difíciles de su vida…
A finales de la década de 1990, durante la división interna de la TFP —Tradición, Familia, Propiedad—, después de la muerte del profesor Plinio Corrêa de Oliveira, supo armonizar cientos de almas y llevarlas magistralmente a unirse aún más íntimamente con la Santa Iglesia de Cristo.
Mons. João con el Doctor Plinio Corrêa de Oliveira.
Esto no pasó desapercibido para la Sede de Pedro, que en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI concedió la aprobación pontificia para las tres Obras nacidas de su corazón: los Heraldos del Evangelio, la Sociedad Clerical Virgo Flos Carmeli y la
Sociedad Femenina de Vida Apostólica Regina
Virginum.
También fue galardonado por Benedicto XVI con el título de canónigo honorario de la Basílica Papal de Santa María la Mayor, en Roma, y de Protonotario Apostólico, además de la Medalla Pro Ecclesia et Ponti5ce.
El genio artístico de Monseñor João puede incluso comprobarse en las dos basílicas localizadas en la región del Gran São Paulo, cuyos estilos inspiró y guió hasta en los más pequeños detalles, y en más de una docena de edificios e iglesias repartidas en varios países.
Doctor en Teología y Derecho Canónico, su legado intelectual especulativo y práctico puede conocerse por los libros y artículos publicados, por las revistas que creó, sin olvidar los numerosos centros de enseñanza primaria y secundaria, además de un Instituto Superior de Ciencias Religiosas, un Instituto Filosófico y otro Teológico.
Monseñor Jõao es el intérprete más autorizado y del pensamiento de aquel insigne pensador y líder católico, como lo demuestran las páginas de los cinco volúmenes de la colección El don de la sabiduría en la mente, vida y obra de Plinio Corrêa de Oliveira.
Escribió la biografía de la madre de su inspirador, Doña Lucilia, en cuyo prefacio el teólogo dominico Fray Antonio Royo Marín, sin pretensión de adelantarse al juicio de la
Iglesia, afirmó «que puede parangonarse con las mejores “Vidas de Santos”».
Doña Lucilia.
Su ardiente devoción a la Virgen «se respira»
en los libros y artículos que escribió sobre Ella, sin oscurecer la sólida Cristología de su colección Lo inédito sobre los Evangelios, de siete volúmenes.
Evangelizador carismático, predicador ardiente, supo atraer a los jóvenes al servicio de la Santa Iglesia, sin descuidar la santificación de la sociedad temporal mediante la creación del sector de los Cooperadores de los Heraldos del Evangelio.
Su deseo de conquistar el mundo para Cristo y su Iglesia le llevó a crear la Caballería de María y otros grupos misioneros que van por todas partes anunciando y propagando el Evangelio del Reino.
Atento a los más necesitados, ha alentado la creación del Fondo Misericordia, uniendo esfuerzos con los héroes de la caridad cristiana, para dar alimento y bebida, para visitar a los enfermos y encarcelados, para vestir a los desnudos y acoger a los desamparados.
Tantas obras sólo nacen del corazón de aquellos que rezan y saben sufrir. Gracias a su espíritu de oración, Monseñor João estableció capillas para la adoración perpetua del Santísimo Sacramento.
Es allí donde obtiene la fuerza para poder llevar con resignación y esperanza cristiana los sufrimientos y las cruces que la Divina Providencia le envía, y que ofrece con alegría por la expansión de este apostolado por todo el mundo.
¿Qué más se podría decir?
El espíritu disciplinado y fuerte de un caballero cristiano vive en armoniosa consonancia con un corazón paterno y afable. En cierta ocasión, Mons. João se dirigió a un joven diácono que poco le faltaba para ordenarse sacerdote, y le recordó un episodio de la vida de Don Bosco, cuando el santo fundador cogió un pañuelo, lo apretó y le dijo al joven Miguel Rúa, poco antes de su ordenación, que así de dócil era como lo quería en sus manos.
Pero conociendo las debilidades de los hijos que la Providencia le contó, Monseñor optaba por algo diferente: primero planchar el pañuelo arrugado, luego doblarlo, perfumarlo y, finalmente, decir al joven ordenando: «¡Así es como lo quiero en manos de la Virgen!».
Monseñor João también experimentó el cumplimiento de las misteriosas palabras del Evangelio: «Seréis odiados por todos a causa de mi nombre» (Mt 10, 22), pero gracias a su unión con el Señor Jesús, siempre supo perdonar de corazón: «El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo» (Col 3,
13).
Por último, surge una pregunta: ¿Cómo es posible hacer tanto en tan poco tiempo?
El secreto de una vida fecunda está en la oración, en el sufrimiento y en la vida interior. Por eso, se puede decir que Monseñor João, a los 80 años, ha alcanzado un punto
culminante al vivir la suma de las edades que le permite tener la actividad de un joven sumada a la prudencia y sabiduría de un varón que ha llegado a una gran edad, dones que, como fundador, transmite a toda su obra.
Esto explica el crecimiento de los Heraldos del Evangelio.
Pero ¿qué puede venir todavía por delante?
Con la protección y el amparo de la Santísima Virgen, y a pesar de tantos obstáculos a lo largo del camino, todo puede esperarse, todo puede emprenderse audazmente, nada debe ser temido, excepto el pecado. La Virgen Santísima llevará a buen puerto esta obra que nació de sus manos virginales.
Por lo demás, sin que sea una precipitación o temeridad, puede decirse: Monseñor João está empezando…
P. Alex Brito, EP