La ceremonia coincide con la celebración del centenario de su muerte

TOLEDO, viernes 16 de octubre de 2009 (ZENIT.org) Desde hace mil años, en tiempos de los visigodos, un obispo toledano no subía a los altares. Este domingo se repetirá esta fiesta con la beatificación del cardenal Ciriaco María Sancha y Hervás.

La eucaristía comenzará a las 10 de la mañana, en la catedral primada de Toledo, presidida por monseñor Ángelo Amato, prefecto para la Congregación de la Causa de los Santos y enviado especial del papa Benedicto XVI para esta ceremonia.

Igualmente, cuatro cardenales españoles concelebrarán la misa: Francisco Álvarez Martínez, arzobispo emérito de Toledo, Antonio Cañizares Llovera, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, y Agustín García Gasco, arzobispo emérito de Valencia.

Concelebrará también el Cardenal Primado de América, Nicolás de Jesús López Rodríguez, arzobispo de Santo Domingo – República Dominicana.

Amor a la Iglesia

“Los santos son como nuestros hermanos mayores en la familia de Dios que quieren tomarnos de la mano para llevarnos por el mundo y nos dicen: – si este o aquella lo han logrado, ¿por qué yo no?”, dijo monseñor Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Toledo y primado de España, durante la rueda de prensa de presentación de los actos conmemorativos para la beatificación y el centenario de la muerte del cardenal Sancha.

Procedente de una familia humilde, Ciriaco María Sancha y Hervás nació en 1883. Su infancia estuvo marcada por el dolor. Tenía 10 años cuando murió su madre. Dos años más tarde falleció su hermana mayor.

A los 25 años fue ordenado sacerdote. Seis años después viajó a Santiago de Cuba para ser secretario del arzobispo de este lugar.

“Allí encontró mucha miseria, muchos pobres requerían su atención; muchos mendigos, niños abandonados, personas mutiladas por la guerra independentista. Ante esta realidad no pudo permanecer indiferente”, dice una reseña biográfica que repartió su postulador el padre Romulado Rodrigo Lozano O.A.R, en la sala de prensa de la Santa Sede.

Al ver esta situación vio la necesidad de fundar una congregación especialmente dedicada a ellos. Así, el 5 de agosto de 1869, día de Nuestra Señora de las Nieves fundó la comunidad de las Hermanas de la Caridad del Cardenal Sancha.

Sufrió además el arresto durante diez meses en Santiago de Cuba por defender la palabra y los derechos de la Iglesia. Allí escribió algunas obras: “Consejos a un joven levita”, “El Cisma de Cuba” y “Preguntas y respuestas”. Luego regresó a España, donde fue nombrado obispo auxiliar de Toledo en 1876.

Cuatro años más tarde fue trasladado a Ávila. Le preocupaba la falta de recursos económicos de muchos jóvenes que tenían inquietudes vocacionales. Por ello creó becas y adquirió equipos de laboratorio y ciencias para el seminario.

Para responder a estas necesidades fundó también la primera Trapa Femenina en España, hoy conocidas como religiosas cistercienses de la estricta observancia.

El Papa León XIII lo nombró arzobispo de Madrid en 1886. Allí se distinguió, según indica su postulador, “por las correrías apostólicas, su preocupación por los pobres, los seminaristas, los obreros las escuelas dominicales, entre otras”.

Seis años más tarde fue nombrado obispo de Valencia, donde organizó el Primer Congreso Eucarístico Nacional. En 1895 recibió el título de cardenal.

“Trabajó para liberar al clero de compromisos políticos, consciente de que en ello se jugaba la dignidad del estado sacerdotal y la penetración que el Evangelio estaba llamado a efectuar en la sociedad”, aseguró el padre Carlos Miguel García Nieto, profesor de Historia de la Iglesia durante la rueda de prensa.

“Además, ejerció una notable influencia en los intelectuales valencianos por medio de tertulias mensuales que convocaba en el palacio arzobispal y la revista científica que se publicaba periódicamente”, dijo el docente.

Finalmente pasó a ser titular a la diócesis de Toledo y primado de España en 1898. Los fieles efusivos lo recibieron con pancartas que decían. “Al Padre de los pobres”, “Al iniciador de los Congresos Católicos”, “Al incansable apóstol de las doctrinas del Romano Pontífice” y fueron esos los puntos claves de su servicio episcopal los últimos 11 años de su vida.

Murió el 25 de febrero de 1909, luego de haber salido en una mañana de invierno y nieve a llevar mantas a los pobres.

La tumba del cardenal Sancha yace en la catedral de Toledo. En su epitafio aparece la siguiente frase: “vivió pobre y murió paupérrimo”.

El cardenal Antonio Cañizares, dijo durante la homilía de la misa de su centenario, que el futuro beato fue un “solícito médico de las almas, apasionado de amor por la Iglesia y por los hombres, en tiempos de graves dificultades y de crisis social, cultural y humana”.

Aseguró el purpurado que el cardenal Sancha, “se dejó modelar por Dios y buscó en todo su voluntad: que los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, que tengan vida, que sean uno y permanezcan en el amor cumpliendo sus mandatos”.

[Por Carmen Elena Villa] de Catholic.net (http://es.catholic.net/laiglesiahoy/mundoarticulo.phtml?consecutivo=32908)

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